La crisis económica que estamos padeciendo empieza a afectar profundamente al deporte. En principio y en mayor medida, al deporte espectáculo y al de alto rendimiento, donde los factores económicos son muy importantes. Pero, igualmente, puede afectar a otros ámbitos, principalmente por la disminución de los presupuestos en los organismos públicos y la ausencia o disminución de patrocinadores menores o locales.
En la temporada actual se pueden percibir claramente consecuencias de la coyuntura económica actual y son muchas las actividades afectadas. Desde la Formula 1, pasando por el fútbol profesional, el baloncesto, etcétera. Pero no son ellos solos. También los grandes eventos, el deporte amateur, aficionado o incluso el deporte escolar.
Desde mi punto de vista, el deporte espectáculo adaptará sus presupuestos y seguirá subsistiendo. Entre otras cosas porque tiene otras posibilidades de ingresos y seguirá gozando de la audiencia del gran público y, por lo tanto, de la televisión y los medios de comunicación, verdaderos amplificadores y vendedores del gran negocio que supone; aunque seguramente algunas marcas, entidades o clubes quedarán en el camino y desaparecerán. Otras, llevarán a cabo los ajustes necesarios que les harán menos competitivos y pagarán con un descenso en su nivel deportivo la tormenta financiera.
A mí me preocupan más los clubes y asociaciones de alta o media competición y fuera del deporte profesional, pues si bien no pagan salarios grandes a sus deportistas y no tienen grandes gastos en este apartado, mantenerse en competición les cuesta mucho dinero en relación con sus posibilidades económicas. Hay que tener en cuenta que el deporte al que me refiero está subvencionado en un porcentaje muy alto y que dependen de las administraciones, de donde reciben sus ingresos en forma de ayudas y subvenciones. Éstas van a disminuir drásticamente al menos en las próximas temporadas, por lo que las entidades aludidas corren un gran peligro de desaparición. Desde mi punto de vista, es un gran torpedo en la línea de flotación de nuestra estructura deportiva. La situación se agrava para grupos más específicos como el deporte femenino, el deporte municipal o el deporte escolar, que también se verán muy afectado en la sus presupuestos y no tienen otras posibilidades.
Habrá que ser imaginativos, adaptarse a las circunstancias y pedir a nuestras administraciones buenas decisiones.
Desde los organismos públicos se debería priorizar la financiación de los clubes y organizaciones a los que antes me he referido y si tienen que disminuir que lo hagan precisamente a los de altísima competición, que también reciben suculentas ayudas del Estado, Comunidades y Ayuntamientos. Corre peligro el entramado asociativo deportivo que mantiene el deporte aficionado, amateur y semi profesional de este país, que habita en un limbo jurídico, fiscal y laboral poco definido, alegal en muchos casos y en la mayoría de ellos con la complicidad de la propia administración, consciente de que si no es así, desaparecería el deporte en nuestro país.
Necesitamos un Plan Integral para adecuarnos a las circunstancias, que debe ser promovido desde el Consejo Superior de Deportes, Direcciones Generales de las Comunidades y Concejalías de los Ayuntamientos.
Este Plan debería suponer medidas de ayudas fiscales a las empresas y patrocinadores pequeños o locales que ayuden a las entidades de base y clubes de media competición (deporte no profesional). También medidas federativas, que disminuyan los gastos de competición: reducción de los gastos de licencias, arbitrajes, inscripciones, etcétera. Igualmente aprovechar la oportunidad para favorecer una legislación específica para estas entidades que son de gran utilidad pública pues muchas de ellas tienen equipos de bases o participan en competiciones juveniles o de nivel medio. De la misma forma, promover que los grandes patrocinadores no sólo vayan para el deporte de élite (planes ADO, etcétera) sino también para el deporte modesto, base no sólo de los practicantes, también de los posibles seguidores, aficionados y espectadores, objetivo del merchandising.
Es muy difícil para los «menos grandes» encontrar benefactores en la actualidad, o los que hay son por compromiso político o de carácter local, cuyas aportaciones son muy honrosas pero muy modestas. El hecho de que los beneficios fiscales estén dirigidos a programas concretos, antes aludidos, o algunos eventos, se convierte en una losa para las pequeñas entidades. Es lo primero que preguntan las empresas a las que les pide que patrocinen tu deporte.
Pero no sólo la administración tendrá que hacer sus deberes. Los responsables y gestores del deporte también tendrá que ajustar su existencia a la nueva realidad.
El deporte profesional debería aprovechar el momento para poner topes salariales a sus profesionales; ajustar ingresos y gastos; limitar sus fichajes; y en una situación de tanta dificultad ser generosos con el deporte modesto. Yo propondría ponerles un impuesto sobre el presupuesto total y que este fuera destinado al deporte base de sus especialidades.
Al deporte «pobre» le queda apretarse el cinturón y ajustarse a los tiempos, además de continuar de alguna manera con la ayuda de la administración, como ya hemos relatado.
El deporte aficionado y escolar, no debería ser afectado, pues es indispensable su buen funcionamiento desde todos los puntos de vista: educativo, social, sanitario, etcétera.