domingo, 20 de febrero de 2011

La crisis y el deporte


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La crisis económica que estamos padeciendo empieza a afectar profundamente al deporte. En principio y en mayor medida, al deporte espectáculo y al de alto rendimiento, donde los factores económicos son muy importantes. Pero, igualmente, puede afectar a otros ámbitos, principalmente por la disminución de los presupuestos en los organismos públicos y la ausencia o disminución de patrocinadores menores o locales.

En la temporada actual se pueden percibir claramente consecuencias de la coyuntura económica actual y son muchas las actividades afectadas. Desde la Formula 1, pasando por el fútbol profesional, el baloncesto, etcétera. Pero no son ellos solos. También los grandes eventos, el deporte amateur, aficionado o incluso el deporte escolar.

Desde mi punto de vista, el deporte espectáculo adaptará sus presupuestos y seguirá subsistiendo. Entre otras cosas porque tiene otras posibilidades de ingresos y seguirá gozando de la audiencia del gran público y, por lo tanto, de la televisión y los medios de comunicación, verdaderos amplificadores y vendedores del gran negocio que supone; aunque seguramente algunas marcas, entidades o clubes quedarán en el camino y desaparecerán. Otras, llevarán a cabo los ajustes necesarios que les harán menos competitivos y pagarán con un descenso en su nivel deportivo la tormenta financiera.

A mí me preocupan más los clubes y asociaciones de alta o media competición y fuera del deporte profesional, pues si bien no pagan salarios grandes a sus deportistas y no tienen grandes gastos en este apartado, mantenerse en competición les cuesta mucho dinero en relación con sus posibilidades económicas. Hay que tener en cuenta que el deporte al que me refiero está subvencionado en un porcentaje muy alto y que dependen de las administraciones, de donde reciben sus ingresos en forma de ayudas y subvenciones. Éstas van a disminuir drásticamente al menos en las próximas temporadas, por lo que las entidades aludidas corren un gran peligro de desaparición. Desde mi punto de vista, es un gran torpedo en la línea de flotación de nuestra estructura deportiva. La situación se agrava para grupos más específicos como el deporte femenino, el deporte municipal o el deporte escolar, que también se verán muy afectado en la sus presupuestos y no tienen otras posibilidades.

Habrá que ser imaginativos, adaptarse a las circunstancias y pedir a nuestras administraciones buenas decisiones.

Desde los organismos públicos se debería priorizar la financiación de los clubes y organizaciones a los que antes me he referido y si tienen que disminuir que lo hagan precisamente a los de altísima competición, que también reciben suculentas ayudas del Estado, Comunidades y Ayuntamientos. Corre peligro el entramado asociativo deportivo que mantiene el deporte aficionado, amateur y semi profesional de este país, que habita en un limbo jurídico, fiscal y laboral poco definido, alegal en muchos casos y en la mayoría de ellos con la complicidad de la propia administración, consciente de que si no es así, desaparecería el deporte en nuestro país.

Necesitamos un Plan Integral para adecuarnos a las circunstancias, que debe ser promovido desde el Consejo Superior de Deportes, Direcciones Generales de las Comunidades y Concejalías de los Ayuntamientos.

Este Plan debería suponer medidas de ayudas fiscales a las empresas y patrocinadores pequeños o locales que ayuden a las entidades de base y clubes de media competición (deporte no profesional). También medidas federativas, que disminuyan los gastos de competición: reducción de los gastos de licencias, arbitrajes, inscripciones, etcétera. Igualmente aprovechar la oportunidad para favorecer una legislación específica para estas entidades que son de gran utilidad pública pues muchas de ellas tienen equipos de bases o participan en competiciones juveniles o de nivel medio. De la misma forma, promover que los grandes patrocinadores no sólo vayan para el deporte de élite (planes ADO, etcétera) sino también para el deporte modesto, base no sólo de los practicantes, también de los posibles seguidores, aficionados y espectadores, objetivo del merchandising.

Es muy difícil para los «menos grandes» encontrar benefactores en la actualidad, o los que hay son por compromiso político o de carácter local, cuyas aportaciones son muy honrosas pero muy modestas. El hecho de que los beneficios fiscales estén dirigidos a programas concretos, antes aludidos, o algunos eventos, se convierte en una losa para las pequeñas entidades. Es lo primero que preguntan las empresas a las que les pide que patrocinen tu deporte.

Pero no sólo la administración tendrá que hacer sus deberes. Los responsables y gestores del deporte también tendrá que ajustar su existencia a la nueva realidad.

El deporte profesional debería aprovechar el momento para poner topes salariales a sus profesionales; ajustar ingresos y gastos; limitar sus fichajes; y en una situación de tanta dificultad ser generosos con el deporte modesto. Yo propondría ponerles un impuesto sobre el presupuesto total y que este fuera destinado al deporte base de sus especialidades.

Al deporte «pobre» le queda apretarse el cinturón y ajustarse a los tiempos, además de continuar de alguna manera con la ayuda de la administración, como ya hemos relatado.

El deporte aficionado y escolar, no debería ser afectado, pues es indispensable su buen funcionamiento desde todos los puntos de vista: educativo, social, sanitario, etcétera.

 
Educación física y deporte: una buena educación para la ciudadanía
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Sin entrar en la polémica que rodea a esta nueva asignatura ni en la controversia de su implantación, me gustaría comentar el papel que puede jugar, y juega, nuestra asignatura como agente eficaz en la educación de futuros ciudadanos.

Siempre he creído en las posibilidades del deporte como transmisor de valores y como vivero de experiencias de todo tipo para nuestros niños y jóvenes. También como escuela formativa de personas, deportistas y ciudadanos.

Por medio de la práctica de la educación física y el deporte se aprende a ser responsable en el cuidado de uno mismo mediante la gestión del propio cuerpo, aquel que debe durarnos toda una vida.

Conocemos la importancia de potenciar las conductas positivas y huir de las negativas, así como los efectos perversos de drogas, alcohol, sedentarismo, etcétera.

Cuando hablamos del respeto y de la igualdad en las relaciones humanas, debemos decir que, desde nuestra área, siempre hemos tenido como objetivo aceptar las posibilidades y limitaciones propias, y especialmente las de los demás. Mediante el conocimiento de nuestro cuerpo también conocemos el de los otros y somos conscientes de nuestras igualdades y diferencias. Aprendemos a asumirlas y convivir con ellas.

En pocas asignaturas se ha avanzado tanto en la consideración de hombres y mujeres como iguales; en hacer de las posibles diferencias de género una riqueza y no un problema; en la igualdad de oportunidades a la hora de jugar, divertirse y competir.

Las mujeres han podido acceder a actividades antes consideradas «masculinas» y han visto aumentado el repertorio de posibilidades en la práctica físico- deportiva.

Vivir en comunidad y en sociedad significa convivir y compartir, teniendo siempre presente los derechos y deberes en cada uno de los ámbitos de socialización donde nos movemos.

En las clases de Educación física y deportes las interrelaciones personales son continuas y diversas. Aprendemos a respetar reglas, la importancia de la justicia en el juego, de la libertad y la creatividad, de la solidaridad, de la ayuda recíproca, de la cooperación. De la misma forma puede enseñar a reconocer la injusticia, la intolerancia y situaciones discriminatorias. Igualmente a tolerar la derrota y saber actuar en la victoria. A comprender que hay otras formas de resolver los conflictos y a adquirir «herramientas» para ello.

En nuestro país cada vez es más frecuente la presencia de alumnos y alumnas de otros países en los centros escolares. Diversas razas, culturas y religiones se entremezclan y se manifiestan diariamente en nuestros patios. La interculturalidad que se produce desde hace muchos años en el deporte se traslada a colegios e institutos, y es en la clase de educación física, por sus características, donde más se manifiesta la misma.

El deporte es universal y todo el mundo lo ha practicado de alguna forma. Es un lenguaje que permite y posibilita las relaciones entre «las gentes» del mundo, convirtiéndose en un magnífico vehículo para una cultura de la paz. Y, aunque a veces el deporte es utilizado para lo contrario, son muchas más las veces que sirve a los propósitos antes descritos.

Podríamos seguir haciendo algunas consideraciones más, pero creo que son suficientes. Lo dejo a la voluntad del posible lector.
Los profesionales de la educación física y el deporte no podemos ni debemos renunciar a que nuestra asignatura sea fuente de desarrollo de esta “competencia” para ser ciudadanos.

Todavía, finalizando la primera década del siglo XXI, hay muchas veces que nos enfrentamos a la incomprensión de padres y alumnos, y lo que es peor, de muchos compañeros, por lo que ellos consideran una asignatura improductiva o sin objetivos concretos a corto plazo. Incluso, nosotros mostramos complejos al defender nuestras posibilidades como área importante en la formación ética y moral de nuestros alumnos y alumnas, centrándonos en lo corporal, sin mostrar entusiasmo hacia fines y metas ligadas al carácter, a la formación de la personalidad, de los futuros ciudadanos de nuestro país. Ciudadanos que, por otra parte, deberán seguir practicando actividades físicas recreativas, lúdicas o deportivas como parte importante de su vida. Aunque sea con el fin de mantener un buen estado de salud y un estilo de vida sano que posibilite su bienestar y el de su familia.

Con todo ello quiero reivindicar en este blog el sentido y la orientación humanística de la educación física como agente social importantísimo en la formación de las personas. Debemos ser un espacio y un tiempo semanal no sólo de prácticas corporales, sino también de participación democrática, de igualdad, de valores cívicos y escuela de ciudadanía.

Esto no es reinventar nada, y sí poner en valor lo que deberíamos haber sido siempre