lunes, 6 de diciembre de 2010

Recreo activo

Siempre he creído que el primer ob- jetivo de un profesor de educación fí- sica es conseguir que sus alumnos quieran realizar actividades físicas por su cuenta más allá de las horas dedicadas a la asignatura. Tenemos que conseguir la necesaria motivación para que nuestros alumnos y alumnas se muevan en nuestras clase y tengan un experiencia los más rica y variada posible, pero nuestra tarea quedará incompleta si no somos capaces de inculcar en nuestros chicos y chicas la necesidad de moverse fuera del horario escolar.

Los primeros aliados que hemos tenido siempre los profesores han sido el patio del colegio y la hora del recreo. Un tiempo y un espacio de libertad, de creatividad y, sobre todo, de juego y diversión. Sin embargo, parece que últimamente las actividades recreativas, lúdicas y deportivas van perdiendo presencia en nuestros centros, siendo sustituidas por el virus del sedentarismo. Hay que hacer algo para que los recreos sean un horario dedicado al juego y al ejercicio físico. Para ello:

  • hay que recuperar, fomentar e incluso reinventar actividades que en su día fueron el contenido esencial de este tiempo de ocio (desde jugar al fútbol a la carrera de chapas, pasando por las canicas, etcétera).
  • programar actividades internas: torneos inter-clases, actividades recreativas, torneos de deportes individuales, etcétera.
  • mejorar los equipamientos y la oferta de actividades que se pueden hacer en los recreos. Por ejemplo, mesa de ping pong, poner material a disposición de los alumnos, facilitar el acceso a las instalaciones, etcétera.
  • fomentar la participación del profesorado con actividades propias o junto a los alumnos y alumnas. Por ejemplo, una clase de aerobic.
  • sería bueno plantearse aumentar el tiempo de los recreos para facilitar todas las propuestas anteriores. Mínimo 45 minutos, permitiendo una mayor implicación de todo el mundo y, por lo tanto, un progresivo incremento de la participación.

Creo que podríamos conseguir:

  • aumentar el tiempo de ejercicio físico y, por lo tanto, combatir la lacra del sedentarismo, la obesidad y otras costumbres nada saludables.
  • liberar a los alumnos de las tensiones que se van acumulando en las horas de clase y permitir recuperar frescura y concentración en las clases teóricas.
  • ayudaríamos a activar de nuevo el organismo y a combatir los malos hábitos posturales por la exigencia de tener que estar de tres a cuatro horas sentados en el aula, sin poder moverse.
  • posibilitaría utilizar de nuevo el deporte, el juego, la actividad física, etcétera, como vehículo de formación de valores, incentivando y reforzando los mismos cuando se produzcan.
  • mejoraría la relación entre los alumnos de un mismo curso y con los de otros grupos, vertebrando mejor las relaciones del centro escolar, favoreciendo la convivencia, las habilidades sociales y el sentido de pertenencia al mismo.
  • El hecho de que los alumnos lo hagan por sí mismos y desde una elección personal, no regido por ningún interés sino su propia diversión, generará un estado de satisfacción y provocaría una mayor motivación. Crearíamos la necesidad de moverse, motivación que se haría extensiva seguramente en otros horarios fuera del centro escolar.

No podemos obviar que podíamos ganar en torno a dos horas de actividades con el horario actual. Si como hemos dicho, el tiempo de recreo se incrementa, podríamos hablar de casi cuatro horas a la semana. Esto, considerando los altos porcentajes de alumnos y alumnas sedentarios, sería muy beneficioso para la salud de nuestros niños y jóvenes.

Es una responsabilidad de los Ministerios de Educación y de Sanidad realizar campañas que inciten y seduzcan a los jóvenes a hacer ejercicio en los recreos y fuera del horario escolar. Ya que no aumentan las horas de educación física, podríamos paliar de alguna forma el raquítico tiempo que dedica el currículo a las actividades físicas. Pero serían los centros escolares en su autonomía los que deben regular y favorecer de forma efectiva la reinvención de los recreos como espacios de libertad, de imaginación, de creatividad, al servicio del bienestar físico y mental de nuestros alumnos y alumnas.

Apuesto por un concepto de recreo más activo, que favorezca los fines y metas educativos relacionadas con la salud y el ejercicio físico, y defiendo desde aquí que educar en un ocio activo e inculcarlo a nuestros chicos y chicas, es una de las mejores aportaciones que puede hacer un centro escolar en el combate contra el sedentarismo, la inactividad y, por lo tanto, contra el sobrepeso y la obesidad.

martes, 30 de noviembre de 2010

Cuídate a ti mismo corriendo unos minutos cada día

Cuídate a ti mismo corriendo unos minutos cada día

Ahora que llega el verano son muchos los que desean ponerse en forma o simplemente dedicar parte de su tiempo libre a hacer deporte. Una de las actividades más apetecidas es correr, y más si no se ha tenido tiempo o no has encontrado la motivación necesaria en los meses anteriores.

Como ya relaté en otro post, a mí me gusta correr y no necesito convencerme mucho para ponerme las zapatillas y salir a la calle, al parque o al monte y hacer kilómetros. Todos necesitamos un espacio de sensaciones propio, único para dedicarte un tiempo personal e íntimo. Yo lo consigo corriendo.

Pero hoy quiero hablar de cómo hacerlo y de algunas cosas a tener en cuenta. Lo hago a raíz de las preguntas de un amigo que este verano quiere vivir o revivir la experiencia del corredor solitario con la mente como única interlocutora y compañera.

Lo primero que hay que tener, además de ganas, son unas buenas zapatillas. No debes envolver tus pies en cualquier cosa si no quieres abandonar rápido como consecuencia de dolencias que te hagan desagradable la experiencia. En el mercado existen muchas posibilidades que a buen seguro se adaptarán a tus necesidades y apetencias. Es lo más importante.

Elige por dónde correr. Te recomiendo los espacios naturales. Si no es posible, un parque amplio con varias alternativas de recorrido puede bastar. También correr por carretera, pero es más peligroso y arriesgado. A ser posible debes conocer antes la ruta, aunque tengo que confesar que a mí una de las cosas que más me gustan es perderme por caminos y encontrarme con nuevos espacios, desconocidos y descubrirlos a mis ojos por primera vez.

Te recomiendo las primeras horas de la mañana, en parte porque gozarás de una mejor temperatura y apreciarás cómo el sol, todavía en el horizonte, se esfuerza tanto por salir como tú en cada zancada, encontrando un compañero de viaje que, aunque conocido y esperado nos hará más agradable nuestra carrera. La tarde también tiene su aquel. Sobre todo cuando el mismo sol anterior decide marcharse nos homenajea a cualquier corredor con luces y contrastes sólo visibles a última hora.

Calienta y hazlo de manera concienzuda. No hay nada más desagradable que empezar a correr y tener que parar por molestias. Sobre todo estira bien todo el tren inferior, sin olvidar el resto del cuerpo. Incluso te recomiendo algunos ejercicios de tonificación muscular utilizando el propio peso del cuerpo: fondos de brazos, sentadillas, zancadas hacia atrás, abdominales, lumbares... Además de poner el cuerpo a punto para la carrera ayudarás a combatir dolores de espaldas, molestias en las piernas, hombros, etcécera, que aparecen cuando corres durante periodos prolongados en el tiempo: más de una hora o en torno a los 10 km.

En relación con lo anterior es muy importante si vas a ser un asiduo running men que alternes días de carrera con ejercicios de musculación. Es muy importante tener un buen tono muscular en las piernas y sobre todo en toda la cintura pelviana, verdadero sostén de la actividad, que debe de estar bien preparada para no tener dolores lumbares y en la parte superior de la espalda.

Te recomiendo este enlace donde podrás, señalando los músculos del cuerpo que te interesen, encontrar numerosos ejercicios, fotos y vídeos de los mismos con el fin de que puedas elegir aquellos que te sean más fácil de practicar: http://www.sportlife.es/front/fitness/guia-musculacion

Hidratarse antes de comenzar y si es posible durante el ejercicio también evitará pasar esos momentos donde te beberías una piscina entera además de bañarte en ella. Bebe líquidos y si son enriquecidos con minerales mucho mejor. Si corres por la mañana un buen batido de leche y frutas será suficiente y te aportará energía para la carrera.

En cuanto al recorrido depende de tu estado de forma. A mí me gusta alternar terrenos llanos con algunas cuestas y pendientes para elevar el nivel de pulsaciones y vivir el placer de esforzarte y conseguir seguir adelante sin parar. Lo mismo pasa con el tiempo o la distancia. Depende de tus apetencias y de tus necesidades. Mi consejo, que te encuentres siempre a gusto y que el día siguiente quieras volver a salir de nuevo y no que hayas quedado tan hecho polvo que piensas en no volver a correr nunca más.

Cuando tengo tiempo corro más y con un ritmo más moderado, disfrutando de las sensaciones de la carrera, del paisaje, de mí música y de mis pensamientos. Ese es el objetivo. Cuando el tiempo es menor por lo que sea, hago cambios de ritmo y elevo la intensidad buscando otro tipo de sensaciones y fines.

Por último y para cuando hayas acabado, te hayas duchado y estés tranquilo en tu butaca tomando un merecido refrigerio, te recomiendo una lectura: De qué hablo cuando hablo de correr de Haruki Murakami. Te identificarás en muchas cosas con el autor y, sobre todo, te motivará a seguir haciéndolo cada día y durante más tiempo.

Disfruta de cada zancada, de cada kilómetro como si fuera el último. Las sensaciones serán siempre distintas.

El hombre tranquilo

Acabo de ver una entrevista realizada en televisión a Vicente del Bosque, la persona y el personaje español, con permiso de los jugadores de la selección, más famoso y admirado en nuestro país y en buena parte del «mundo mundial». Sin embargo, su rostro y, sobre todo, sus gestos, no han variado mucho de los que expresaba como el entrenador que hace casi un mes, un 16 de junio, se sentaba en el banquillo y dirigía el primer partido de nuestra selección de fútbol en la Copa del Mundo de Sudáfrica.

Todos sabemos el resultado de aquella primera batalla, y el terremoto originado por la misma, fundamentalmente entre la prensa deportiva de nuestro país, tan dada a crear héroes como a derribarlos en un santiamén. «La España de siempre» volvía como un espectro del pasado a oscurecer nuestro destino y repartir su pesimismo más cañí por toda la piel de toro. De pronto, a las primeras de cambio y recién aterrizados nos daban con las puertas en las narices y nos dibujaban una cruda realidad: esto es un Mundial y aquí no hay nada fácil.

Mucho más tranquilos que los medios estaban los jugadores de nuestro equipo, y todavía más el cuerpo técnico con Del Bosque a la cabeza. Nadie mejor que ellos eran conscientes del accidente sufrido. La visión del partido en vídeo no hizo más que confirmar que España había jugado bien. Una jugada desgraciada, con varios rebotes, todos en contra se convirtió en cruda fatalidad, traduciéndose en gol del rival que nuestro juego no fue capaz de equilibrar ni superar.

Por otra parte, sucedió algo que podía volver a suceder y que ninguna vacuna ni antídoto en forma de táctica o es- trategia podría impedir. Puedes prever el error y, sin embargo, no poder evitarlo. El fútbol, como cualquier juego colectivo, es complejo y dentro de su complejidad tiene gran peso el azar, la aleatoriedad lo que le hace continua- mente flirtear con el caos, alternándose orden y desorden de una manera no previsible, aunque sí probable; teniendo como objetivo los contendientes impo- nerse al otro, dominando precisamente, tanto lo que se espera como lo ines- perado, adaptándose a las circuns- tancias y venciendo a las mismas.

El partido de Suiza no ocurrió como se esperaba, pero nos enseñó que podría pasa más veces. Una jugada aislada, un error, un lapsus de concentración, un interruptus espacio-temporal en nuestro exquisito juego de posesión-obsesión por el balón y nuestro gozo en un pozo.

Gestionar estos momentos no era fácil para cualquiera. Menos con todo el planeta contemplándonos como favoritos, gracias a la fácil verborrea de nuestros voceros, que nos habían proclamado campeones antes de jugar, y también por la ansiedad acumulada durante años de frustraciones en anteriores participaciones: jugamos como nunca y perdimos como siempre.

Sin embrago es cuando sobresale más necesaria que nunca la figura de un entrenador tranquilo, equilibrado, conocedor del mundo del fútbol y de lo que a éste le rodea, que aglutina en su haber cualidades personales destacables y capacidades profesionales muy meritorias.

Me detengo aquí para defender la profesionalidad de este tipo, tan Juan Español, tan buena gente, que parece que sólo es eso. Nada más lejos de la realidad. Este señor ha demostrado capacidad de liderazgo. Quizás un liderazgo al que estamos poco acostumbrados: compartido con su equipo técnico, que escucha, que se enriquece, que evoluciona y que se adapta a las circunstancias cambiantes que exige la dirección de un equipo, donde la única certeza es que todo es incierto y cambiante. Pero, además, ha demostrado conocimientos de los rivales, preparación de los partidos, capacidad de reacción ante lo que no funciona o lo sorpresivo, manejo de lo imprevisible. Y todavía más. Ha sido un gran director de recursos humanos, un gerente de las emociones y sentimientos, un distribuidor de los afectos eligiendo para ellos las palabras, los gestos y, sobre todo, los momentos oportunos.

Nos ha enseñado el significado verdadero y si añadidos de la palabra RESPETO. Sí. Con mayúsculas: al deporte, a sus rivales, a sus críticos, al buen fútbol, a sus jugadores, etc. contribuyendo con sus actos a dar lecciones de educación deportiva y de ciudadanía a todos los que hemos querido aprender. Nunca fue mejor aplicado el dicho: “por sus obras le conoceréis”. El Señor Del Bosque nos ha dejado, además de una Copa, un monumento a la humildad bien entendida; al orgullo sano sin vanidad. Nos ha enseñado que hasta en las más altas realizaciones y adversidades a las que se enfrenta el espíritu humano tiene cavidad la generosidad, la bondad, la buena gente, y que unidas a la diligencia, a la profesionalidad y a la búsqueda de la excelencia ninguna meta es inalcanzable: no hay nada imposible.

En un mundo, el del deporte, tan lleno de estrellas, tan teatrero, tan farandulero, destacar precisamente por todo lo contrario tiene mucho mérito y debemos saber reconocerlo y decirlo.

Vicente del Bosque es una persona ejemplarizante, es decir, capaz de ser ejemplo para otros. Ojala sea así y sus formas se generalicen por el bien de todos.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Trotador urbano


Desde hace muchos años me gusta correr. Lo hago por mantener una buena condición física y cuidar mi salud. Sin embargo, a medida que pasa el tiempo y los años van pasando y pesando, corro fundamentalmente por bienestar mental.

Cada vez más son más las personas de mediana edad, hombres y mujeres, que dedican un tiempo mayor a esta actividad, donde encuentran en muchos casos una soledad y un espacio alternativo propio que lo aísla del estrés del día a día.

Ponerse las zapatillas, un pantalón y una camiseta es toda la liturgia que necesita el trotador urbano. Una especie no nueva pero sí en aumento entre la diversidad de tipologías de seres humanos que habitan en nuestras metrópolis. Podemos añadir unos cascos con la música favorita que hará las veces de banda sonora y nos permitirá trasladarnos en pensamiento a otros lugares, a otros momentos, a otras ideas. En fin, lograremos apartarnos, durante unos minutos más o menos largos, del mundanal ruido logrando para uno mismo un tiempo y un espacio nuevos.

Para mí es una ínsula liberadora que utilizo para pensar; reconocerme a mí mismo, recordar, preguntar y hallar respuestas; ver las cosas con otros ojos. Muchas veces corro para huir de problemas y cuando vuelvo de la carrera lo hago con algunos menos. Es un tiempo mágico que permite al cerebro cavilar sin presión, buscar alternativas, flexibilizar las respuestas y aproximar, al menos, soluciones. Lo inconsciente tiene oportunidad de hacerse consciente y permite un análisis más sosegado de las cosas, que convierte lo incomprensible en algo más entendible. Los imposibles empiezan a ser probables. El «no» puede ser pasa a ser «quizás», y el «mañana» se convierte en «por qué no hoy».

Cuando no puedo correr no es sólo mi cuerpo quien lo nota, también mi cabeza. No sólo mi forma física se deteriora, igualmente pierdo parte de mi bienestar mental. Por ello, intento encontrar un hueco en el que abandonar la dimensión habitual por otra diferente, distinta, única, que me concede una tregua.

Hasta aquí el carácter reparador y también terapéutico de la carrera. También hay que vindicar su carácter creativo. La imaginación del corredor no encuentra obstáculos y los sueños encuentran un lugar más allá del descanso nocturno. La diferencia es que somos más dueños de lo que pensamos y podemos hacer un uso mayor y más útil de nuestra tormenta de ideas particular.

He corrido en París, en Buenos Aires, en Montevideo, en Asunción, en Marsella, en Normandía. Lo he hecho en Alicante, Murcia, Santander, Badajoz, Tarragona, Bilbao, etcétera, y me ha servido para conocer de otra forma estos sitios y muchos más. En todos encontré un placer diferente unido a los anteriores ya descritos. El placer de la contemplación de bellos paisajes y maravillosos parajes, unos llenos de historia, otros llenos de vida. Todos con algo que contar.

Confieso que, para mí, hay un lugar especial. Al sur, muy cerca de Cádiz, frente a África y en el mismo Cabo de Trafalgar. Allí, entre pinares hay una senda que rodea La Breña. Allí, y perdida entre la vegetación, una torre, la de Meca, que da nombre al lugar: Los Caños. Correr por esos caminos, rodeado de jaras, dunas y sobre todo silencio, mucho silencio, hace que encuentre el máximo bienestar físico y mental. Ese que tanto perseguimos hoy y al que la comunidad científica relacionada con la actividad física y el deporte le dedica tantos trabajos y horas de investigación. Mejor sería dedicar el tiempo y dinero a convencer a nuestros jóvenes de la bondad del ejercicio físico y, sobre todo, de este tan sencillo y barato, como es correr.

Nuestros niños y jóvenes, paradójicamente, cada vez hacen menos deporte. Cuando más medios hay, la práctica de ejercicio físico regular sufre un deterioro creciente en beneficio de otras actividades sedentarias. Los que corremos somos los de 30 o más.

No sólo serán más obesos y con mayor tendencia a padecer enfermedades cardiovasculares, también carecerán de los otros beneficios apuntados y relacionados con la salud mental y el equilibrio psíquico, además de un magnífico tratamiento antidepresivo y antiestrés.


martes, 19 de octubre de 2010

In memoria de José María Cagigal


Se han cumplido más de 25 años del accidente aéreo que causó el fallecimiento de José María Cagigal.

La noticia nos la dio a los alumnos Fernando Vizcaíno, por aquel entonces director del Instituto Nacional de Educación Física, y la misma produjo una gran consternación en la institución.

Mi promoción fue la última que pudo recibir su magisterio, y con él un caudal inmenso de conocimientos, de experiencias y de referencias bibliográficas a las que acudir para ampliar nuestra visión de la educación, la educación física y del deporte. También nos transmitió amor a la profesión docente y a sacudirnos cualquier complejo de inferioridad frente a otras profesiones u otras ciencias.

Era una persona sencilla, dotada de un verbo fácil y de una fina ironía. Asombraba verle en clase tan natural. No aburría y nos creaba las dudas suficientes sobre lo que exponía para que corriéramos a la biblioteca a indagar en otras fuentes . Era un magnífico profesor.

Pero Cagigal fue mucho más. Una obra extensísima nos dejó un pensamiento moderno y tremendamente actual sobre sus temas más recurrentes: educación física y deporte. Un hombre de su tiempo pero con ideas muy adelantadas al mismo.

Alguien lo ha denominado «moderno renacentista» por su visión cosmológica del ser humano y por su capacidad de aunar diferentes disciplinas, relacionar temas e integrarlas en un nuevo enfoque original. Su obra es fruto de una actividad intensa en busca del saber. Estudiaba, comparaba, analizaba, y al fin, creaba su propia forma de ver las cosas, construyendo su propio pensamiento.

El hombre era su verdadero interés, su educación y desarrollo, otorgando un papel especial a las capacidades física, como medio y herramienta para lograrlo. Así decía: «El objeto de la Educación Física es el hombre con sus posibilidades de acción y expresión».

No sólo otorgaba un papel instrumental al ejercicio para desarrollar y armonizar los cuerpos de los jóvenes, más allá, veía en la educación física la posibilidad de generar cultura y contribuir de manera fundamental a la educación integral del ser humano. Por eso abogó para que los profesionales de nuestra asignatura fuéramos pedagogos, y animó a teorizar sobre nuestras experiencias y dotarlas del exigido rigor científico.

Para ello impulsó la creación del Instituto Nacional de Educación Física, su gran obra. Le dedicó mucho tiempo y muchos esfuerzos, hasta ver como en 1964 se puso la primera piedra. Venció la incredulidad de muchos y la incomprensión de muchos más, pero en noviembre de 1967 comenzó a estudiar la primera promoción. No sólo dotó de un espacio universitario a esta disciplina, además le dio sentido, corpus científico, seriedad y la oportunidad de crecer intelectualmente.

Dignificó una profesión sumida en el ostracismo académico de la época, y la sacó a la luz, dotándola de un objeto claro, la educación del hombre a través del ejercicio y el deporte, y lo impregnó de una filosofía humanista.

Hoy, el INEF convertido en Facultad, está integrado de pleno derecho en la Universidad y afronta sus planes de renovación como consecuencia de Bolonia en paralelo a todas las demás carreras universitarias.

Su otro gran objeto de estudio fue el deporte. De hecho, inventó el término de «homus deportivus» para denominar al hombre de la sociedad contemporánea. Consideraba el deporte un fenómeno social de tal envergadura como para poder calificar a la sociedad de final del siglo XX como una sociedad deportiva. «El deporte, como toda actividad humana de carácter espontánea, llena de riqueza vital, debe ser estudiado desde todo los ángulos de la cultura y cómo su desarrollo se ha convertido en un hecho social».
Separaba el deporte parta todos, que denominaba «deporte praxis» del deporte de alta competición que denominaba «deporte espectáculo».

Para Cagigal, el primero representaba la pureza, el deporte original y la forma más natural de hacerlo . Pronosticó su crecimiento como parte del ocio y del tiempo libre del futuro. En parte acertó.

El deporte espectáculo representaba el deporte de masas, y ya identificaba algunos de sus graves problemas actuales: violencia, excesiva preocupación por los récord, demasiado mercantilismo, etcétera, y advertía de las amenazas que aparecerían en el futuro: dopaje, especulación, crecimiento desmesurado, etcétera. No se equivocó, y sus malos presagios sobre la influencia de lo político-económico en el deporte se han confirmado.

En la época actual, donde la Educación Física se enfrenta a retos viejos pero en tiempos actuales, donde vuelve a ser poco considerada y donde se percibe cierta frustración entre los profesionales, necesitamos rearmarnos moralmente y una cura de autoestima. Es recomendable una relectura o una primera lectura de las obras del insigne y querido profesor que ponga el reloj en hora.

Su pensamiento sigue vivo y debe ser aprovechado, y es más, debe ser continuado con personas que sean capaces ser tan integradores, generosos y preclaros a la hora de escribir, teorizar y crear ciencias desde nuestras experiencias. Las nuevas generaciones deben conocer su obra y, desde un espíritu crítico, indagar, buscar, comparar y encontrar matices nuevos y diferentes enfoque para nuestra profesión.

Su obra no es un catecismo ni un libro único sobre la educación física y el deporte. Pero es un punto de partida extraordinario, actual y variado de nuestro objeto educativo, el hombre en movimiento. Desde lo corporal a la cultura.

Se lo debemos como alumnos, como compañeros, como profesionales, y nos lo debemos como hombres y mujeres que contribuimos cada día al desarrollo del ser humano a través de la educación física y del deporte.

Cagigal vive en cada uno de nosotros.